Ok amigos, esto es todo. Ha sido un gran semestre en el que
hemos compartido desde vivencias íntimas hasta trivialidad y risas. Tímidamente
fueron abriendo sus mundos, sus pensamientos y sus certezas personales; y de a
poco fue calando el aprendizaje. Estoy seguro que si hoy hago una prueba
estricta de todo lo que abordamos en clases, contenidos y conceptos, más de la
mitad reprobaría!!! (… podría ser eh, así nos vemos el otro semestre) Pero
también estoy seguro que en la medida que pase el tiempo, ustedes mismos
notaran que mucho de lo que hablamos y compartimos está ahí, en su interior.
Cuando menos lo esperen emergerá, reaccionará como un conocimiento vivo que
sale de la oscuridad.
Al cierre del curso quiero hablarles del temor, del miedo.
Ese que te paraliza y te ahoga, que te ata y te reprime, que a punta de dolor
te fue sometiendo desde niño, sin que alguien lo notara, porque el temor es
burdo, desgraciado y frío… pues se enseñorea de tí en tanto eres vulnerable y
lo hace en silencio. Una palabra fuerte, una mirada de odio, un golpe de
alguien que amas, una traición. Quizás fueron risas, pero de esas que humillan
y que doblan nuestra dignidad. Quizás fue el despecho, el tiempo que era tuyo y
se lo dieron a otro porque no notaron tu hermosa e inagotable valía; porque al
final todos somos víctimas en nuestras propias historias y a excusa de aquello
nos volvemos ciegos, y no notamos el dolor del que amamos y nos damos también
el derecho de herir y hacer daño.
Sin embargo, la realidad es otra… y gracias a Dios que le
tenemos para que nos muestre que es así. En lo íntimo, pienso que el principio
del liderazgo parte por la sanidad, y quien más que Él para llegar tan profundo
de nuestras emociones, y tan hondo en nuestra historia, para abrir sin herir, y
para sacar sin hacer más daño. Gracias a Él que ofrendó su cuerpo para ese
propósito, para que la esperanza fuese accesible si tan sólo nos acercamos a Él
en un acto de fé y sin liturgia. A ojos cerrados y con palabras espontáneas que
le dicen: “Te necesito”. Para volver a creer y para ser restaurados a la
verdadera naturaleza a la cuál fuimos creados: que tu y yo, fuimos
predestinados para trascender. Tu y yo fuimos creados para la grandeza, para la
gloria, para la excelencia.
La verdad no es aquella que te ha rotulado el temor a través
del llanto, sino es la evidencia de que pese al llanto sigues vivo y todas las
posibilidades están aún delante de ti. Llega la hora de enfrentar tus temores y
vencer, el momento de darte cuenta de lo que eres capaz y extender la frontera
de tus sueños. De pesar el desbordante potencial que hay en ti, porque tu eres
factor de cambio. Que te levantes, erguido y lleno de convicción de que puedes,
tu puedes hacerlo!! Cómo último eje de trabajo quiero pedirte que enfrentes tus
miedos, que te atrevas a dar el paso y que sin importar el ruido que puedan
hacerte esos pensamientos en tu cabeza te atrevas a creer en ti, de la forma en
que Dios lo hace. Mírate al espejo como Él te ve, obsérvate desde el prisma de
sus ojos. Tu no eres tu historia, tu no eres lo que te ha pasado, no eres lo
que te han dicho y mucho menos eres el daño que te han hecho. No eres ni
siquiera tus errores y tus fracasos… No eres tu carrera profesional ni sus
calificaciones, no eres lo que ve el resto, ni siquiera eres lo que dice tu
familia de ti. Eres más, mucho, muchísimo más. Vamos!!!
Llego la hora de ser…
llego la hora de salir de la oscuridad y descubrirte, tu mismo… ser tú.
Enfréntate, y vence.